No se nos ocurre otra cosa: el horror de ver una maravilla en manos del fuego. Aunque la catedral esté en París, es patrimonio de todos. Esperemos que sea el último caso y que no se vuelva a repetir un accidente como este. Confiemos en que la reconstrucción sea rápida, aunque ahora lo que hay que esperar es que los destrozos sean menores de lo que a primera vista parece que ha sufrido el templo.